FEBRERO 2024

martes, 17 de mayo de 2011

GERENCIANDO AL JEFE



Articulo seleccionado por el Observatorio de la Blogosfera de Recursos Humanos entre los 10 mejores (8vo puesto) de la primer quincena de mayo 2011, entre 146 blogs temáticos en español.
http://www.tatum.es/blogosferarrhh/Paginas/Inicio.aspx

Por Guillermo Ceballos Serra

Podemos decir que, en general, somos muy cuidadosos tanto al elegir seguir una vocación, como al elegir el área o negocio donde desarrollarnos e inclusive, algunas veces, contamos con la posibilidad de elegir hasta la compañía donde queremos desempañarnos. Desde luego, podemos luego equivocarnos en nuestras elecciones, cambiar de opinión, defraudarnos y volver a empezar.

Los costos del equívoco pueden ser altos, costos de oportunidad, dinero, tiempo; pero puede justificarse por los beneficios que consideramos que pueden obtenerse. Esencialmente, disfrutar más lo que hacemos y en definitiva apostar a nuestro éxito profesional cualquiera sea el significado que cada uno de nosotros atribuye a la palabra éxito.

Sin duda, más allá que ninguna persona cuenta con posibilidades de opción ilimitadas, estamos hablando del ámbito de la voluntad y la capacidad de elección. Esencialmente, somos capaces de poder elegir, aún con limitaciones, donde, en que ámbito, intentar ser en nuestra propia medida exitosos.
Evidentemente, las vocaciones y desarrollos profesionales, nos abren un campo de elección, las áreas más o menos demandadas, las organizaciones, donde decidimos invertir nuestro talento, fijan en cierta medida nuestro marco de oportunidades o el techo de nuestras posibilidades.

Sin embargo, sobre uno de los factores más críticos de éxito, no tenemos posibilidad alguna de elección, me refiero a los jefes. En efecto, los jefes no se elijen, se “heredan”, están allí. Más allá, de que hay jefes que heredan sus equipos, a partir de que están designados en la posición, están esperando por sus nuevos colaboradores.
Los jefes cualquiera sea su denominación, responsables de liderar un grupo al logro de objetivos, juegan un rol esencial en las vidas laborales. Concretamente, son los quienes tienen la obligación de formar a los nuevos colaboradores, en particular en los primeros años de las vidas laborales e ir desarrollando a lo largo del tiempo, una relación única con cada colaborador.
Si hablamos de jefes, ahora en sentido amplio,independientemente del cargo especifico, responsables de un área con personas a cargo, tienen un impacto manifiesto en sus colaboradores, son desde luego, los responsables de los resultados del sector, pero son también, en gran medida, los responsables del aire que se respira en cada área. Un buen jefe puede hacer de nuestra jornada laboral un evento memorable, como también, uno de los otros, puede hacer un día miserable. Así lo acreditan, las encuestas de clima, como las entrevistas de egreso. En el mismo sentido, los malos jefes constituyen una de las principales causas de rotación voluntaria en las organizaciones.

Podría también decir, sin temor a equivocarme, que un buen jefe es un adicional en la retribución de una persona, específicamente un “fringe benefit” y factor esencial a evaluar al considerar un eventual cambio laboral.
Ahora bien, pareciera que, a pesar de haber tomado las decisiones correctas, en cuanto a estudios o el área o empresa donde desempeñarnos, toda nuestra carrera laboral y nuestra felicidad en el trabajo, dependiera exclusivamente de un hecho fortuito y azaroso: la calidad profesional y humana del jefe que nos toque en suerte. ¿Estamos frente a un juego de lotería? ¿Somos absolutamente pasivos ante el tema?

La respuesta es decididamente ¡NO! Si bien no se elije un jefe, la relación que se establece es bilateral y como tal se construye de a dos, el jefe gestiona al colaborador, ahora bien, el colaborador también puede gerenciar al jefe (o al menos la parte de la relación que le toca).

Empezaría diciendo que una relación para poder gerenciarse, primero debe construirse. Las relaciones que prosperan se construyen en base a la confianza. Confianza en el criterio profesional, confianza en el sentido ético, confianza en el sentido común y en el conocimiento de la cultura corporativa del colaborador. Confianza en que el colaborador asumirá los temas como propios.
Confianza en que el colaborador será capaz de decir “no se” cuando no sepa, pero confianza también en que se esforzará por superarse y ser capaz de dar respuesta la próxima vez.

Gerenciar al jefe significa también para el colaborador, tener presente que el jefe es humano, que no todo lo puede, que en realidad “puede” menos o en otros términos, tiene menos poder que el que el colaborador supone (pensemos en nosotros mismos en nuestro rol de jefes). ¿Para qué pedir respuestas o decisiones que no están en posición de dar o tomar? ¿Para qué transitar diálogos incómodos e inconducentes? Los jefes son humanos y sabemos que pocos humanos son capaces de aceptar públicamente sus limitaciones.

Los jefes a medida que ascienden en la pirámide organizacional, supervisan áreas que conocen muy bien y sobre otras que no tienen expertise, la confianza se construye con el dialogo, en un idioma accesible para los no entendidos, no se debería llevar una respuesta que parezca más compleja que el problema originario. Creamos confianza a través de un lenguaje claro, que transmite la sensación de que no hay puntos escondidos bajo la hojarasca de un lenguaje muy técnico. Los buenos jefes saben hacer las preguntas correctas para aclarar o profundizar lo que hace falta. Decididamente respete el tiempo de su jefe, el también tiene objetivos.

Creo que otro tema que contribuye muy positivamente, es que el colaborador sea percibido como un jugador de equipo, alguien que contribuya a armonizar el grupo, que colabore a disminuir la conflictividad, que ayude a potenciar a los colegas y al jefe mismo, que sea capaz de hacer un esfuerzo adicional contagiando al resto.
Sin duda podríamos analizar otros factores importantes para cultivar la relación; jamás propondría tomar clases de saxo (cuando no me interesa la música) sólo para poder encontrar “casualmente” al jefe, en un club de jazz los jueves por la noche. Decididamente no es ético, no construye confianza y la mayoría de las veces es evidente, por no decir patético.

Para concluir, podría decir que definitivamente no elegimos los jefes, pero si podemos elegir el modo en que intentamos relacionarnos con ellos. No hay recetas universales, cada jefe y cada colaborador es único, pero cuando esa buena conexión se logra, estamos frente a aquellos jefes o colaboradores que perduran en nuestra memoria.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy bueno Guille lo que escribís de los jefes. A veces el "gerencia" al jefe se hace difícil por la asimetría de poder. Más allá de eso hay que madurar para saber decir que no y también saber reconocer los errores.
Creo que el jefe cumple un rol tan importante que al momento de salir de una empresa muchas veces, uno renuncia no a un trabajo, sino a un jefe.
Escuché por ahí que los jefes son como las nubes, cuando se van aparece el sol... que conste en actas que yo también soy jefe!!!

Santiago Olmedo