FEBRERO 2024

jueves, 14 de octubre de 2010

ESCUELA DE GESTIÓN



Por Guillermo Ceballos Serra

Todos tenemos grabados en nuestra memoria algunos de los hitos mundiales mas relevantes, aquellos que se mantienen vívidos en nuestra memoria, tan presentes, imborrables, tan sensibles que uno podría relatar precisamente lo que hacía al momento de conocer la noticia como si hubiera ocurrido ayer.

Todavía recuerdo exactamente cuando bien pequeño, estando sólo pateando una pelota contra la pared del patio, mi madre me contó con lágrimas el asesinato del Presidente Kennedy. Tampoco puedo olvidar la llegada del hombre a la luna o la caída de las torres de New York. Todos momentos culminantes en la historia, donde la humanidad se prueba a si misma.

Sin duda el exitoso rescate de los 33 mineros en el desierto de Atacama, será uno de esos hitos del siglo XXI.

No tenía pensado escribir sobre este tema, más aún, tenía otro artículo casi terminado, cuando la tensión, la expectativa, la solidaridad con el prójimo, me fue involucrando cada vez mas con el problema a medida que se acercaban las instancias definitorias.

Más allá de las historias de coraje y las biografías personales que trascienden paulatinamente y que constituyen la sal de esta epopeya, podemos también rescatar enseñanzas para el mundo de las organizaciones.

Todo comenzó con un sueño frente a la adversidad. Una visión, como comienzan todos los emprendimientos: Encontrar y rescatar sanos y salvos a todos los mineros. Un sueño que tuvo vida especialmente durante los primeros 17 días en que no se sabía absolutamente nada de ellos. Una visión tan potente para mover montañas y atravesar los suelos, capaz de sumar voluntades al emprendimiento donde cada participante encontraba su razón de ser, el propósito y la justificación de su esfuerzo.

Hubo sobre todo, un liderazgo político, el Presidente Piñera, lider formal y real, comprometido con la visión, que no escatimó recursos en la búsqueda para la concreción del sueño, que insistió cuando quizás ni los familiares creían que un rescate fuera posible.

Hubo varios equipos funcionando bajo esa visión con liderazgos específicos. En el equipo de las profundidades, el jefe de turno, un hombre con dos meses de antigüedad en el empleo, pero con experiencia suficiente, para asignar tareas y distribuir los roles que había que cumplir. Un hombre con saber suficiente para merecer el respeto de sus colaboradores.

En el equipo de superficie, el Presidente Piñera, designó a todas las personas correctas. El ministro de minería, el ministro de salud y al lider técnico, André Sougaurret, el mas preparado de la empresa estatal Codelco, que despojados de egoísmo, vanidad y vedettismo, consultaron a todos los especialistas que había que consultar y actuaron con coordinación permanente. El equipo, a pesar de ser de estrellas, fue mas importante que las personas.

Lideres y seguidores profesionales que asumieron con responsabilidad las tareas encomendadas, con disciplina y con un profundo respeto por el saber técnico.

Hubo planificación, pruebas, prácticas y ensayos. Planes A, planes B, planes C, nada de azar, nada de pensamiento mágico. Nada de “Dios es chileno”, nada de atribución de culpas, de responsabilidades ni de crucifixión de responsables, aunque seguramente los hay y seguramente serán identificados y sancionados a su debido tiempo. Fue un llamado de “chilenos a las cosas”, a lo importante y por cierto también, como nunca, también a lo urgente.

Probablemente en algún tiempo varios de ellos brindarán su experiencia a encuentros de ejecutivos y en programas de capacitación sobre liderazgo o trabajo equipo y quizás hasta tengamos la suerte de encontrarlos en algún seminario y podremos apreciar, tal como dijo el Presidente Piñera: “Después de esta noche, estoy mas convencido que nunca que la gran riqueza de nuestro país no es el cobre, son los mineros”, en otros términos: el capital humano.