FEBRERO 2024

domingo, 15 de agosto de 2010

REFLEXIONES SOBRE EL VALOR DE LA CONFIANZA




Por Adolfo López Rouger – Presidente de McCain Argentina - CEO de McCain Foods South America

A los que nos toca liderar empresas, que no es otra cosa que liderar grupos de personas, muchas veces nos tenemos que sentar en una mesa de negociación con líderes sindicales.

Al momento de describir qué hace cada uno en esa mesa, me pregunto si yo podría describir a esos líderes sindicales como lo hizo Enrique Shaw un día que invitó al sindicato a su casa; reunió a sus hijos y les dijo: “Estos señores tienen que agruparse en la fábrica porque a veces nosotros los jefes cometemos injusticias y ellos nos las hacen saber para llegar a un acuerdo”

También me pregunto si ellos ven en mí a una persona que busca lo mejor para cada parte integrante de la empresa. Si creen que sirvo a todos los dirigidos con justicia y esforzadamente, buscando el equilibrio entra los actores de la empresa; un equilibrio que se mantenga en el tiempo y que deje satisfechos a los accionistas, a los empleados, a los clientes y a los proveedores.

Si bien la popularidad no es el principal indicador de cómo es la gestión de los empresarios o de los líderes sindicales, deberíamos preguntarnos por qué la confianza de la gente en las grandes empresas y en los sindicatos es tan baja.
¿Habremos hecho algo mal?

La muy baja confianza de la gente en los Partidos Políticos, en la Policía y en el Poder Judicial no debería ser un aliciente sino un catalizador para tratar de ser mejores. No debemos buscar el aplauso, pero tampoco desconocer que no “somos de confiar”.

Hace unos años leí “The Servant” de James Hunter sobre el liderazgo de servicio. La versión en español fue titulada “La Paradoja”. Libro corto, de fácil lectura con un gran mensaje para todos los que nos toca liderar. Me he sentido tan a gusto con el mensaje que no he dejado de regalar este libro y de sugerir su lectura. Este liderazgo de servicio, con qué facilidad puede ser rechazado o calificado de poco realista, tonto y naif.

Si al momento de negociar, las partes usan la mentira como herramienta habitual de negociación, ¿puedo yo pensar en servir? Si los negociadores ven en el otro a alguien que no busca el bien de sus liderados sino el bien personal, -un mejor bonus, una carrera político/sindical-; ¿entonces cómo debemos negociar?
Podríamos empezar a eliminar los preconceptos que tenemos, buscar formas de entenderse y negociar que no sean confrontativas, que puedan mejorar la transparencia sin por eso debilitar a cada actor.
La desconfianza que nos tenemos es lo que nos lleva a actuar
como actuamos. Valga un ejemplo: he visto que muchos de mis colegas han rechazado la idea (iniciativa o proyecto de ley) de que las empresas sean obligadas a distribuir parte de sus ganancias con sus empleados. ¿Qué tiene esto de malo? Es lo más parecido a un bonus vinculado a los resultados reales de la empresa. Gano: comparto; gano mucho: comparto mucho; gano poco: comparto poco; no gano: no comparto.

Pero claro, es lógico que lo rechacemos porque no confiamos en que sea la ley la que mejor interprete las necesidades de nuestra gente y de nuestra empresa.
Si estuviéramos tan alineados entre accionistas y funcionarios, este proceso de compartir resultados económicos, sería sumamente fácil.
Pero no confiamos y al no confiar cerramos todas las alternativas en las que nos puedan sacar ventaja o quitarnos parte de la capacidad de decisión.

La falta de confianza tiene fundamentos en la historia, en cosas que pasaron, reglas de juego cambiantes, juicios laborales injustos con fallos también injustos, etc.
También escuchamos: “Los empresarios son ambiciosos, no se conforman con una rentabilidad lógica, siempre quieren más”. Eso no es malo, eso es bueno, eso es el motor que impulsa a muchos empresarios a invertir, a arriesgar, a crear fuentes de trabajo. Pero es bueno si hay justicia.

El equilibrio, ¿donde está; cómo se llega?

No lo sé; solo sugiero que para caminar hacia el equilibrio, hacia la sensatez, hacia el bien común debemos como mínimo desterrar la mentira como herramienta habitual en el diálogo entre sindicato y empresa. Una persona veraz, una persona que no miente, es una persona que irá ganándose el respeto de los actores y de sus liderados. Esto hará transparentar los procesos de negociación, ayudará que las partes se entiendan mejor.

¿Qué padre le enseña al hijo a mentir? ¿Qué cultura no valorará la veracidad?
¿Porqué no dar un paso en esa dirección? ¿Tenemos miedo?
Es más fatigoso negociar sin mentiras, pero seguro que bien vale la pena intentarlo

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